Los “Buenos días” para los niños y jóvenes en las casas salesianas comenzaron siendo “Buenas noches”, y son una creación originalísima de Don Bosco, una de las más genuinas, geniales y simpáticas tradiciones salesianas, que tuvo su origen en 1841, con el inicio del Oratorio: (…) “Desde el primer año, Don Bosco solía dirigir unas palabras, después de la oración de la noche, pero en el principio, él lo hacía raramente y solamente en las vigilias de las fiestas. Su discurso duraba entre dos y tres minutos” según se apunta en las Memorias Biográficas.
Él mismo explicaba en el Reglamento del Oratorio lo que pretendía con esta práctica que tanto valoró:
“Cada noche, después de las oraciones habituales y antes de que los alumnos marchen a descansar, el Director o alguien por él, dirija algunas palabras afectuosas en público, dando algún aviso o consejo respecto a cosas que se deben hacer o evitar e ingénieselas para sacar las lecciones de hechos sucedidos durante el día en el instituto o fuera, pero su platiquita no pase nunca de los dos o tres minutos. Ésta es la llave de la moralidad, de la buena marcha y del éxito de la educación”.
Más de ciento cincuenta años después de las primeras “Buenas Noches” de Don Bosco, esta práctica continúa viva en nuestros ambientes, con diferentes modalidades: “Buenos días” o “Buenas tardes” y realizada por los profesores, responsables de las obras educativas u otra persona significativa para los jóvenes.